Creación


En el origen de los tiempos, nada existía. Fueron Assian y Emial, los Entes Primordiales, quienes dieron origen al universo, llamado Unir, por medio de una gran danza que originó un fuego inicial, que explotó. Tras la gran explosión, el universo se expandió, y en el lugar de la explosión surgió una nebulosa, conocida como la Nebulosa de Alentë. Aquí estarían Los Aposentos, o Las Cámaras, y es donde los entes residirían. Los entes danzaron alrededor de la Nebulosa, y así fue como nacieron los Hijos de la Creación, llamados Anmatar, Eramila, Pirenhad, Aumilwa, Nialitel, Minhierr y Níssiriel.
Los Entes Primordiales les encomendaron la tarea de crear un mundo a cada uno de ellos, y en el más hermoso surgiría la civilización de los Hijos de las Estrellas. Los Hijos crearon sus mundos como si fueran artistas, reuniendo la materia del cosmos, esculpiendo el relieve, pintando todo con colores, y tocando música para llamar a la vida. Así, Anmatar creó Norgdgian, Eramila creó Cilirima, Pirenhad creó Asgaralad, Aumilwa creó Miyanin, Nialitel creó Estelinam, Minhierr creó Helrriard, y Níssiriel creó Assiria. En todos estos mundos, Assian y Emial pusieron una Réplica de Alentë, un gran árbol fruto de la semilla primigenia. Y el último de los mundos fue el más bello, y así es como pudieron surgir los Aelmë, los Hijos de las Estrellas.
Sin embargo, Minhierr también quería tener su propia civilización inteligente. Así que decidió permitir la existencia de los Helimard. Cuando los demás entes lo descubrieron, los Entes Primordiales pensaron que podía ser una buena decisión, e hicieron que el resto de entes también permitiera la evolución a una civilización inteligente en sus mundos. Ésto dio lugar a que surgieran los Nordmar, los Caelfim, los Asgranes, los Misanye y los Estelima. Las culturas creyeron que los entes vivían en un mundo conocido como Elentë, donde los entes velaban por ellos, estando en su centro el Monte Elentai, en cuya cima se encontrarían los inalcanzables aposentos de Assian y Emial. Así, cuando ésto ocurrió, Assian y Emial fueron a sus Aposentos, y quedaron inalcanzables para el resto de criaturas de Unir.
Durante largo tiempo, Minhierr había estado observando que las estrellas en los confines del universo se estaban apagando, y cuando ésto llamó la atención de los demás Entes Creadores, Anmatar lo envió para que investigara. Minhierr entró en contacto con las Sombras, también conocidas como los Sin Nombre, criaturas oscuras venidas de algún lugar en los confines del universo, liderados por los Señores del Fin. Las Sombras lo influenciaron, y Minhierr acabó pensando que las civilizaciones que habían creado en los mundos vivían en prisiones, y que debían de obedecer a quienes les habían dado la vida. A su regreso, Minhierr trató de convencer a Nialitel para que tuviera sus mismas ideas, sin mencionar a los Sin Nombre, pero ésta se negó. Tras ésto, Minhierr decidió ir a reclamar su propio mundo, Helrriard, y así fue como sucumbió.
Así fue como ocurrió la Ruina de Helrriard. En el conflicto conocido como la Guerra de los Tres Días, Minhierr lo devastó al completo, llevando casi a la extinción a los Helimard. Pocos fueron los que se opusieron a él y sobrevivieron, pues muchos, para evadir la muerte, acabaron uniéndose a él. Una vez su mundo había sido reclamado para él mismo, sus Compañeros se dieron cuenta de ésto y lo dejaron apartado. Nialitel volvió a rechazarlo, y de esta forma, Minhierr planeó la conquista del resto de mundos de Alentë.
Minhierr tomaría una hermosa forma e iría a cada mundo, e influenciaría a su gente para que cayeran en la oscuridad. Sus palabras fueron escuchadas, y la corrupción se expandió, pues sus seguidores pasaron a conocerse como Corruptos, y entre ellos, levantó a seis como los más poderosos, aquellos que conquistarían los mundos para él, y los llamó Aancë, los Hijos de las No-Estrellas, los Lugartenientes Sombríos. Sus nombres fueron olvidados, pero se los conoció en sus respectivos mundos como Mossiras, Morgatald, Samanar, Durcarad, Maetou y Niniran. Mientras tanto, él permanecería en su devastado mundo con forma corpórea, y lo gobernaría. 
El poder de los Sin Nombre es desconocido para todos, incluso para el mismísimo Minhierr, y es por ésto por lo que los Entes Creadores no podían ayudar a sus culturas, pues se arriesgaban a ser corrompidos o derrotados. Lo único que podían hacer era velar por sus mundos, y en pequeños momentos quizá podrían intervenir para ayudarlos de alguna forma. Se dice que aquellos que mueren sin la influencia de las Sombras podrían convertirse en entes menores y viajar por el universo. Sin embargo, si los Sin Nombre se alimentan de tu ser y te corrompen, al morir llegarías a ser uno más de ellos, guiándote por el instinto y con un hambre insaciable por la muerte.
Los acontecimientos que siguen a estos hechos son narrados en la Historia de la Primera Era, la Era de los Tiempos Inmemoriales, y aunque las civilizaciones sufrieron, serían ellas las que tendrían que luchar por su propia supervivencia, y lograron más de lo que los Entes Creadores hubieron soñado.